Que la ciencia que sabían nuestros ancestros, en estrecha interdependencia con el Universo es una de las claves de nuestra supervivencia como especie.

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Que la ciencia moderna a medida que profundiza sus investigaciones va encontrando puntos de contacto con la ciencia de nuestros abuelos.

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Que el conocimiento que surge como resultado de la convivencia de estas dos ciencias es el que nos permitirá transformarnos como seres humanos.

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Que este conocimiento tiene que ser libre y sin restricciones, de nada sirve guardarlo o restringirlo, esta es una actitud mezquina propia de otros tiempos.

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Que todos tenemos el poder de superarnos.

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Que no existen más maestros, gurúes, líderes que nos salven, sólo el que se encuentra en nuestro interior.

 

Que todos convivimos con nuestro maestro interior. Sólo tenemos que silenciar nuestra mente para poder sentirlo.

 

Que no son necesarias grandes experiencias trascendentales para poder sentirlo. Podemos encontrarlo en todas las cosas, sólo basta con cambiar nuestra forma de mirar.

 

Que ningún aprendizaje de una técnica o herramienta tiene porque ser difícil. En lo sencillo está el secreto del Universo.

 

Que no hay técnica ni método milagroso, lo milagroso está en cada persona y en su valentía de querer mejorar.

 

Que ningún cambio puede darse desde fuera, en el interior de cada uno de nuestros corazones está la semilla de él. Sólo necesitamos el incentivo adecuado para que esa semilla comience a germinar y se desarrolle en todo su esplendor.

 

Que cada persona tiene su propio tiempo, tiempo para escuchar, tiempo para pensar, tiempo para actuar. Es inútil y poco serio querer apurarlos. El respeto de esos tiempos es la clave para la transformación.

 

Que nuestro cuerpo siempre quiere sanarse, solo necesita tiempo y el entorno adecuado que permita desplegar todas sus herramientas de sanación y actuar.

 

Que no es la técnica lo que hace al Terapeuta, sino que es el Terapeuta el que hace a la técnica, es posible no saber ninguna técnica, pero aun así ser un muy buen Terapeuta.

 

Que todos somos terapeutas, desde el momento que somos capaces de acompañar a alguien en su dolor, desde nuestro amor.